
HOY ES SÁBADO: 9 de la mañana: recién comienza el 2003
Se fueron estas fiestas que me parecieron las más cortas, Navidad y Año Nuevo pasaron en un suspiro.
También se fueron mis hijos y mi nieta que ya estarán en Argentina, ahora espero su llamado.
Encendí el televisor. La imagen y las voces estridentes ahondaron la soledad del salón. La angustia ascendió desde el pecho hasta casi un sollozo. Era incapaz de llorar, tal vez por no perder la energía que necesito para sobrellevar este ostracismo, solo me queda volcar mis sensaciones en el papel.
Como siempre en la
Tele hay poco que ver. Elijo el torneo, verde alfombra es lo más relajante. Suspiro hondamente mirando el golpe del
golfista, impecable, correcto, el tiempo no lo ayuda, él comparte desde otro continente el gris plomizo y lluvioso, el viento implacable.
La pelota del eximio se desvía como mi pensamiento. Sé que tengo que armarme de valor pues esto es lo cotidiano, lo que repetiré en años, lo que la distancia hace con los que emigran. Sé que es ley de vida el alejamiento y la despedida parcial ó final de los que queremos, de los afectos, de “lo nuestro”.
Yo lo he anticipado con la distancia, lo siento como una redención, como una sesión del cargo a mis hijos, como un último ejemplo de supervivencia y valor. En este mundo duro y separatista sé que es la mejor manera de que se valgan por sí mismos, sin el dolor de mi muerte, y cuando ésta llegue, estaré tranquila pues ya estarán en el camino, seguros de sí y con menos desorientación ante su “
solitariedad”.
Por ahora mi presencia está ahí, y lo que es mejor, solo estaré para acompañar sin interferir en su desarrollo. Entonces, cuando llegue mi final seguro que quedará mi esencia.
Veo nuestras diferencias y porque los respeto y los amo elegí este camino; más duro para mí que para ellos, aunque alguien piense lo contrario.
Apago el televisor, ya estoy mejor aunque mi mano titubee al escribir. Sabiendo que también esto me hace perder fuerza, me sobrepongo. Entre una pequeña lágrima y abundante moqueo, descarto la
autocompasión, asumo mi momentánea tristeza. La energía vuelve paulatinamente a mi espíritu, aunque mi cuerpo aun no responde.
El gris invade la ciudad, las lámparas que
entreveo por las cortinas de las ventanas son como pequeños soles en la nublada mañana. Todavía no quitaron las luces de Navidad que aunque apagadas, conservan la estrella con su cola de cometa.
La casa ya sin adornos y sin los juguetes, ropa y maletas de mi nieta y de mis hijos, es más amplia.
Aún aspiro el aroma de la pequeña y siento sus pasitos descalzos. Me parece oír el taconeo de las mágicas sandalias de “cristal y Cenicienta” que le trajeron los Reyes Magos. Me deleito recordando el pastel plástico que saboreamos y la taza de te sin té que me invitó a beber. Sonrío.
Comparto complacida el brillo de los ojos de mi hija al probarse el vestido y comprobar “que no está tan gorda”...y mi hijo mirando a la distancia con sus prismáticos nuevos, “alucinado” del original regalo que mira y remira, que acerca y aleja.
Supongo que acerté en los regalos.
Ellos también.
Agarro mi nueva agenda 2003 y la aprieto contra mi corazón. Es un regalo para todo el año, es un regalo que nos aproxima día a día.
Hora de ducharse y salir a caminar, a vivir la vida con alegría e ilusión, con esperanzas
HOY ES
SÁBADO; 10 de la mañana; recién comienza el 2003
A jueves 13 de diciembre de 2007, la funcionalidad de la agenda persiste, ya me acerca más al 2008 año en el que retornaré con ellos.
Año de alegría y de adaptaciones, de despedidas y más recuerdos.
Mi agenda retornará conmigo, ahora hará su servicio a la inversa, ya anoté todos los teléfonos y direcciones de los amigos entrañables que coseché en España.
Entre una pequeña lágrima y abundante moqueo, descarto la
autocompasión, asumo mi momentánea tristeza. Seguiré adelante siempre con fe y esperanza, con ilusión y alegría.