Estoy mirando una película infantil. Antes me pregunté: “Qué hago mirando esta película?” Pensé en todo lo que podría estar haciendo…
También me pregunté: “¿Y por qué tengo que
estar haciendo algo?”
Entonces decidí quedarme sentada mirando
la película pero… Siempre hay un pero…
Me dije: “¿Por qué no escribir lo que
siento?” Sentimiento de culpa a parte, sigo tomando mate, amargo, rico, con
cascaritas de naranja secas.
El celular suena, no lo miro, solo
escribo. Un mate y la tonta película sigue con su enseñanza sobre un padre que
hasta el momento no atendía a su familia por trabajar tanto.
Típica película navideña. Llega el
entendimiento con sus hijos, ellos enseñan, dialogan y él aprende rápidamente.
Están sin luz y encerrados tres días por decisión de él. Entran los malos que
tienen cierto parentesco con el padre, lo tratan de cobarde.
Después del entendimiento, los malos
entran por segunda vez y la familia que ya está unida los vence. Todo queda
grabado de principio a fin.
No cuento más porque la voy a seguir
mirando hasta el final, sin darle bolilla al celular, con mi “mate lavado”
Doy por concluido este relato pre-Navidad.
Son las 10.50 am.
¿Siempre hay que estar “Haciendo algo”?