Hiragana u Onna-de,"escritura femenina" |
UNA DE LAS OBRAS LITERARIAS JAPONESAS MÁS VALIOSAS DEL PERÍODO HEIAN
(SIGLOS VI A X)
Los autores más conocidos de la literatura japonesa son varones, desde Rampo Edogawa hasta Kenzaburo Oe –ganador del Premio Nobel en 1994- pasando por Soseki Natsume o Yasunari Kawabata.
En esa época, las mujeres tenían prohibido el estudio de los ideogramas chinos y su único modo de expresión escrita se limitaba a un alfabeto simplificado y cursivo, el hiragana. Durante el período Heian los hombres se dedicaban a escribir prosa y poesía en chino, copiando modelos antiguos. A las mujeres no se les permitía el acceso a los mismos niveles de educación que a los hombres, entonces ellas hicieron suyo el hiragana que era muy útil para describir sentimientos, se conoce con el nombre alternativo de onna-de, "escritura femenina". Hay que decir que también algunos hombres empezaron a componer poemas utilizando el hiragana, cuando se dirigían a las mujeres como parte del galanteo.Sin embargo, si nos retrotraemos hasta el período Heian –año 794 al 1185- descubriremos que quienes se
destacaron y produjeron los textos más valiosos de la época, han sido dos mujeres: Sei Shonagon, que
escribió “El libro de almohada”, una serie de apuntes personales guardados en los cajones de la almohada de madera que las mujeres utilizaban para reclinarse, y Murasaki Shikibu, autora de la novela “La historia de Genji”.
Sei Shônagon, era un apodo, su nombre lo desconocemos, era hija del poeta
Motosuke y se desempeñaba como dama de la corte de la emperatriz Sadako, se casó varias veces y cuando la emperatriz murió, permaneció entre siete y diez años aún en la corte y, posteriormente, se ordenó religiosa budista. Hasta el final de su vida vivió errante, manteniéndose gracias a las limosnas. Bajo el título de "El libro de la almohada" -"Makura no soshi"-, escrito en el año 996, Sei Shonagon retrató la vida palaciega, mediante distintos géneros literarios, en anotaciones y pequeños cuentos que ilustran sobre la sensibilidad japonesa. Breves reflexiones sobre aspectos de su vida que escribía unas pocas líneas cada día, al final de la jornada, justo antes de dormir. Su obra, como género literario - zuihitso o “miscelánea” - tuvo amplia raigambre posterior en Japón. Encontramos allí numerosas impresiones personales y poéticas, referidas especialmente al cambio de estación y a todo tipo de apreciaciones estéticas. En sus escritos es muy potente la presencia de la naturaleza, Su texto está plagado de anotaciones sobre la floración, el tiempo, la belleza o rareza del entorno natural. También sobre las mutaciones inesperadas y repentinas de esa naturaleza que observa, de las que aprende, y que pone en relación con sus estados anímicos y con su propio yo. "En el tercer día del tercer mes, me agrada ver el sol que brilla sereno en el cielo de primavera, afirma en un momento dado. Es entonces cuando florecen los duraznos. ¡Qué espectáculo nos brindan!". Por otra parte, la vista del amante se reseña en el libro con una habitualidad que nada tiene que envidiar a la pasión francesa por los escarceos amorosos. No en vano Sei Shonagon apunta: "Cuando trato de imaginar cómo puede ser la vida de esas mujeres que se quedan en casa, atendiendo fielmente a sus maridos, sin vísperas de nada, y que a pesar de todo se creen felices, me lleno de desprecio". Dada su experiencia en asuntos galantes, la autora hace algunas reflexiones muy jugosas: "En verdad, el amor que se siente por un hombre depende en buena parte de sus despedidas. Cuando salta de la cama, va de un lado para otro, se ajusta la faja del pantalón, levanta las mangas de su capa de corte, o de su traje de caza, se mete sus pertenencias entre su ropa y asegura su faja exterior, una ya empieza a odiarlo". "El libro de la almohada" abunda en listados de cosas "agradables" o "elegantes" o "inconvenientes", y trasluce lo importante que era en la Corte el conocimiento de poemas chinos, sobre cuya correcta memorización se llegan a realizar encarnizados concursos. al Emperador de Japón. En cierta ocasión, mandó un leño redondo, lustroso y hermosamente trabajado, de unos dos pies de largo y preguntó: ¿Cuál es la base y cuál es la parte superior? Como no era posible saberlo a simple vista, se consultó a un anciano. Éste recomendó ponerlo en la corriente de un río, de modo que la parte que quedara río abajo, la más ligera, sería la superior. Además del Makura no Sōshi, compuso la colección de poemas Sei Shonagon-shu. Es, también, una de las poetisas del Ogura Hyakunin Isshu, juego de cartas tradicional en el que son fundamentales la memoria y los conocimientos poéticos de los participantes. Jorge Luis Borges seleccionó, anotó y tradujo la obra con ayuda de María Kodama. Octavio Paz, admirado ante la belleza y la transparencia de su prosa, descubre en ella un mundo milagrosamente suspendido en sí mismo, cercano y remoto a un tiempo, como encerrado en una esfera de cristal. ANOCHECE Anochece y apenas puedo seguir escribiendo. Sin embargo, me gustaría dejar terminadas mis notas por completo, haciendo un último esfuerzo. Escribí estos apuntes sobre todo lo que vi y sentí, en mi habitación, pensando que no iban a ser conocidas por nadie. Aunque mis anotaciones son triviales y sin importancia, podían parecer malintencionadas e incluso peligrosas a otros; por eso he tenido cuidado en no divulgarlas. Pero ahora me doy cuenta de que, así como inevitablemente brotan las lágrimas, según dice el poema, del mismo modo estas notas dejarán de pertenecerme. Un día, el ministro del Centro entregó a la Emperatriz una pila de cuadernos. La Emperatriz me preguntó:" ¿Qué se podría escribir en ellos? El Emperador ya está redactando los Anales de Historia". Entonces yo le contesté: "Si fueran míos, los usaría como almohada". La Emperatriz me dijo: "Entonces, quédatelos", y me los dio. Comencé a llenarlos con el relato de rarezas sobre hechos del pasado y toda clase de asuntos. Llené una enorme cantidad de hojas. En mis notas hay muchas cosas incomprensibles. Si hubiera elegido temas que las demás personas consideran interesantes o espléndidos, o si hubiera escrito poemas sobre árboles, plantas, pájaros o insectos, los otros podrían juzgar mis escritos, tendrían derecho a afirmar "conocemos sus sentimientos". En otras palabras, la crítica sería admisible. Pero mis notas no son de esta clase. Escribí para mi propio entretenimiento, y apunté únicamente lo que sentía. Nunca esperé recibir, sobre estos escritos casuales, comentarios tan importantes como los que se dedican a notables libros de nuestro tiempo. Me sorprendo cuando escucho cómo los lectores aseguran que se sienten apabullados ante mi trabajo. Pero es natural que actúen así: conozco la mentalidad de aquéllos que hablan bien de lo que detestan, y critican lo que les gusta. Por eso todavía lamento que hayan leído mi libro. Sei Shonagon, con un lenguaje refinado, a veces cínico e incluso pueril, nos devuelve siempre un incisivo retrato del modo de vida y las costumbres japonesas de su tiempo. Abundan las enumeraciones de cosas:COSAS QUE EMOCIONAN Pichones de gorrión. Pasar por un lugar donde juegan niños de pecho. Ver un espejo extranjero con su luna manchada. Una persona de alta condición detiene su carroza, y ordena a su sirviente que solicite una cita. Encender un incienso muy bueno, y acostarme sola. Lavarme el cabello, maquillarme y vestir ropas perfumadas. En este caso me siento feliz y noble, aun cuando nadie me observe. Una noche que espero a mi amante, al escuchar el ruido de la lluvia en mi puerta y el golpeteo del viento, sin motivo y de repente me sobresalto. COSAS ODIOSAS
Tengo prisa y mi visitante me impide partir al quedarse charlando. Si es
alguien sin importancia, me
desembarazo de él diciendo: "Me hablará de eso
la próxima vez", pero si es de esas visitas que
merecen mi mayor cortesía,
la situación se torna verdaderamente odiosa.
Encuentro un cabello pegado al suzuri (piedra en que se frota la barra de
tinta, y se moja el pincel)
en el que estoy frotando mi sumi (barra de
tinta) o arena depositada en éste, la cual produce un ruido desagradable, chirriante.
Un hombre sin ningún encanto especial discute sobre toda suerte de temas al
azar, como si lo supiera
todo.
Odio el espectáculo de los hombres borrachos que gritan, se meten los dedos
en la boca,
se mesan las barbas, y pasan el vino a sus vecinos gritando
"Toma otro poco, bebe". Y tiemblan,
sacuden sus cabezas, desfiguran sus
caras, y gesticulan como niños que cantaran
"Vamos a ver al gobernador".
Vi cómo personas bien nacidas se comportaban de este modo y me repugnó.
Envidiar, compadecerse de la propia suerte, hablar de los otros, mostrarse
inquisitivos por los
asuntos más triviales, ofenderse, insultar sin motivo,
o en caso de haber estado sonsacando
información sobre cierto hecho,
divulgarla después del modo más detallado a otros, como si se
hubiera sabido
todo desde el principio. Odioso.
Alguien nos va a contar alguna novedad interesante, y un bebé empieza a
llorar.
Una bandada de cuervos vuela en círculos con estridentes graznidos.
Un admirador llega en visita clandestina, el perro lo avista y ladra. Una
desearía matar al animal.
He cometido la locura de invitar a un hombre a pasar la noche en un lugar
poco conveniente, y
comienza a roncar.
Un caballero nos visita en secreto, y si bien lleva un eboshi (sombrero de la
época, levantado y
angosto), recela que alguien pueda reconocerlo, tan
aturdido está que al retirarse golpea contra
algo con su sombrero.
Realmente
odioso.
Igualmente irritante es que al levantar la celosía que cuelga a la
entrada de la habitación,
la deje caer produciendo un fuerte ruido. Y tanto
peor cuando es pesada y el estruendo es mayor.
Descuidos como éstos no
merecen perdón. Si se levantan con delicadeza las cortinas, al entrar o
salir,
no ha de producirse el más mínimo ruido. Pero, si nuestros movimientos son
rudos, hasta las
puertas de papel se torcerían y chirriarían. Hay que
levantarlas apenas y empujarlas de modo que se
deslicen silenciosamente.
Me he acostado y estoy por adormecerme, cuando se presenta un mosquito, con
estridente zumbido.
Y hasta me parece sentir la corriente que levanta con
sus alas. Aún sabiendo que es un ser insignificante,
lo encuentro
detestable.
Un caballero que va solo en su carruaje para ir a una procesión o algún otro
evento. ¿Qué clase de
hombre es? Aun sin ser un individuo de rango muy alto,
bien podría llevar a algunos muchachos
ansiosos por asistir al mismo
espectáculo. Pero no, se instala solo –pues puedo distinguir su silueta
a través
de las cortinas– con aire de ensimismamiento, y se reserva todas sus
impresiones.
Un carruaje pasa rechinando. Me irrita pensar en sus ocupantes que no se
percatan de eso. Si yo
viajara en un carruaje ruidoso, detestaría no sólo el
carruaje sino también a su dueño.
Estoy escuchando absorta un relato, y de pronto alguien se entromete
intentando probar que
es la única persona ingeniosa de la reunión.
Aborrecible persona. Como lo son también quienes,
niños o adultos, intentan
adelantarse dando empujones.
Estoy contando una historia sobre los tiempos antiguos, y alguien me
interrumpe para agregar un
detalle que casualmente conoce, el cual da a
entender que mi versión es inexacta.
Abominable proceder.
Algunos niños han venido de visita a mi casa. Los mimo y les doy juguetes
para que se distraigan.
Los niños se acostumbran a este trato y comienzan a
venir regularmente, y sin pedir permiso entran
en mi habitación y desparraman mis accesorios y objetos. Detestable.
Cierto caballero a quien no deseamos ver nos visita en casa o en palacio, y
simulamos dormir. Pero
una sirvienta viene a avisarnos y para despertarnos
nos sacude, con una mirada de reproche por
nuestra pereza. Sumamente
odioso.
Un novato se pone a la cabeza de un grupo, y con mirada vivaz, establece la
norma e impone su
parecer sobre todos. Aborrecible.
El hombre con quien estoy viviendo una aventura alaba a otra mujer. Incluso
si se trata de una relación
del pasado, es desagradable. Cuánto más si
todavía la sigue viendo. Aunque a veces creo que no es
tan desagradable.
Una persona que se desea salud a sí misma después de estornudar. En verdad
abomino de todo
aquel que estornuda, excepto si es el dueño de casa.
Las moscas también son odiosas. Cuando vuelan cerca de nuestras ropas,
parecieran estar
agitándolas.
El ladrido de los perros cuando es prolongado y
a coro es de mal agüero y odioso.
Y cómo detesto a los maridos de las nodrizas. No tanto si la criatura que
cuida es una niña, pues
en este caso el hombre toma su distancia. Pero si es
un varón, actúa como si fuera el padre, y sin
permitir que el niño se aleje
de su lado, insiste en controlarlo todo. Mira a los otros servidores de
la casa
como si fueran menos humanos, y si alguno intenta regañar al infante, lo
desacredita ante el
amo. A pesar de su conducta ignominiosa, nadie se atreve
a acusarlo, de manera que camina a
grandes zancadas por la casa, con un aire engreído y vanidoso, dando órdenes a todo el mundo.
Un hombre sin ningún encanto especial habla de modo afectado y adopta poses
de elegante.
Cortesanas deseosas de estar al tanto de todo.
Muchas veces, sin motivo, alguien me desagrada, y tiempo después hace algo
detestable.
Un amante que se retira en medio de la noche se vuelve para decirnos que olvidaba su abanico y papel. "Los he puesto por algún lugar anoche", dice. Y, a pesar de la oscuridad total, camina a tientas por la habitación, golpeándose contra los muebles y rezongando. "Extraño. ¿Dónde diablos podrán estar?". Hasta que por fin los encuentra. Se mete el papel en el pecho con crujido, y abre con brusquedad su abanico, aventándose con movimientos bruscos. Recién entonces se decide a partir. ¡Qué proceder falto de gracia! Odioso resulta un calificativo demasiado suave. Igualmente insufrible es el hombre que, al irse en medio de la noche, se demora atando el cordón de su sombrero. Acción innecesaria, pues bien podría marcharse encasquetándose el sombrero sin amarrarlo. ¿Por qué pierde el tiempo arreglándose la capa? ¿Piensa acaso que alguien puede llegar a verlo a esas horas de la noche y criticarlo por no estar impecable? Un buen amante se conducirá con elegancia tanto en la oscuridad como en cualquier otro momento. Se deslizará de la cama con una mirada de consternación. La mujer suplicándole: "Vete, amigo, está aclarando. Nadie debe verte aquí". El lanzará un hondo suspiro revelador de que la noche no ha sido suficientemente larga y que abandonar a su dama lo hace sufrir. Ya de pie, no se vestirá de inmediato, sino que acercándose a su amada, le susurrará todo lo que ha quedado sin decir durante la noche. Inclusoya vestido, se demorará ajustándose el cinturón con gestos lánguidos. Luego levantará la celosía y permanecerá con su dama de pie junto a la puerta, diciendo cuánto lamenta la llegada del día que los apartará, y huirá. Verlo partir en ese momento será para ella uno de sus más deliciosos recuerdos. La elegancia de la despedida influye enormemente en el apego que tengamos por un caballero. Si salta de la cama, ronda por la habitación, se ajusta demasiado el cinto, se arremanga y se llena el pecho con sus pertenencias, asegurando enérgicamente su cinturón, comenzamos a odiarlo. COSAS ENCANTADORAS -Los objetos que se utilizan al jugar con muñecas de papel. -Arrancar las hojas pequeñas de un loto que flota en el estanque. -Las hojas de la malva pequeña son también deliciosas. Cualquier cosa, si es diminuta, resulta grata. -El rostro de un niño dibujado en un melón. -Un pequeño gorrión que viene saltando al imitar alguien el chillido de un ratón. -También es delicioso cuando al atar a un gorrioncito con un hilo, sus padres le traen insectos o lombrices y se los entregan en el pico. -Una niña a la que están cortando los cabellos como a una monja, de manera que los ojos quedan cubiertos, despeja su cara sin usar las manos, inclinando su cabeza a un costado pues quiere ver algo. Realmente encantador. -Ver los tasukigake blancos y limpios de las niñas, ¡qué agradable sensación! -Un paje de Palacio, todavía muy joven, camina con traje de ceremonia. -Pollitos blancos con largas patas caminan de una manera graciosa; parecen vestidos con kimono demasiado cortos, pían muy fuerte, y van tras las personas o rodean a la gallina. Ver esto es sumamente grato. -La flor de clavel silvestre. COSAS SÓRDIDAS PERSONAS QUE PARECEN SUFRIRLa nodriza que cuida a un bebé que llora de noche. Un hombre que tiene relaciones con dos mujeres, y las ve disgustadas y mutuamente celosas. Un exorcista, que tiene que habérselas con un espíritu obstinado, espera que sus encantamientos surtan efecto de inmediato, pero varias veces frustrado, debe perseverar, rogando que sus esfuerzos no acaben convirtiéndose en objeto de mofa. Una mujer locamente amada por un hombre absurdamente celoso. Los hombres poderosos que sirven en los primeros puestos, y cuya vida ha de ser tan placentera, nunca se ven tranquilos. Las personas nerviosas. En el último fragmento de sus escritos, dice: "Aunque mis anotaciones son triviales y sin importancia, podían parecer malintencionadas e incluso peligrosas a otros, por eso he tenido cuidado en no divulgarlas” El cineasta Peter Greenaway se inspiró en el Makura no Sōshi de Sei Shōnagon para la realización en versión libre de su película “The Pillow Book“, un film de carácter iniciático en el que Nagiko -narradora y protagonista- va contando su proceso de aprendizaje, simbolizado en el pasaje de ser soporte de escritura a convertirse ella misma en “pincel”; y que tiene, como etapas intermedias, el conocimiento del amor, de la muerte y de la venganza. Hacia la mitad de la película, se hace una cita del Makura no Sōshi que, en cierto modo, la resume: “Dos cosas no nos han de faltar: las delicias de la carne y las delicias de la literatura” Fuentes: www.elmundo.es correctoresenlared.blogspot.com.ar es.wikipedia.org www.terrazared.com.ar http://www.revistadeartes.com.ar/revistadeartes36/literatura_sei_shonagun.html |
Que maravilla de escrito. Cuanta sabiduria hay en él.Cada día me gusta más la cultura japonesa. Gracias por compartir estas letras.
ResponderBorrarUn abrazo.
Cuando leo estas cosas me doy cuenta de lo brutos que somos los occidentales.
ResponderBorrarBesos.
JOSEFA: Qué alegría que te haya gustado. Realmente es admirable y más si consideramos que ellas, las escritoras, hicieron su propio idioma. Gracias por venir. Beso grandote.
ResponderBorrarTORO SALVAJE: Hola amigo! Somos diferentes, seguramente la cultura japonesa persista pero no de la misma forma que antaño.
Beso grandote.
No he visto la película a la que te refieres al final aunque algo conozco del cine japonés y lo cierto es que me gusta mucho.
ResponderBorrarHabía oído hablar de una escritura de mujeres, pero la verdad es que sé muy poco de la cultura japonesa. Espero que con el paso del tiempo pueda ir aprendiendo.
Vaya entrada más completa y trabajada. La cultura japonesa es digna de admiración, a mí me fascina. Me gustaría ver la película que mencionas.Besicos
ResponderBorrarFelicitaciones por tu extenso trabajo en esta entrada, mucha calidad, saludos.
ResponderBorrarTAWAKI: Querido amigo... si uno pudiera aprender todo lo que quiere tendría que vivir muchas vidas, a mi me costó veintiún años conocer apenas la cultura española ya que solo parcialmente pude vivirla estando allí, así que imagínate lo que costaría ya solo cambiar de idioma al japones y mucho menos al Hiragana. Besos de fin de semana...
ResponderBorrarCHARO: La película debe ser una exquisitez, yo tampoco la vi, pero sigo averiguando si la hay por aquí. Gracias por tu comentario y sobre todo por estar siempre. Besos grandotes.
ResponderBorrarBORIS ESTEBITAN: Gracias Boris, en esto hay mucho de copia, casi todo, pero valió la pena. Me interesa la cultura japonesa, aunque disfruto de la mía.
Besos.
Muy interesante, RosaMaría. Y precioso tu blog. Un besazo
ResponderBorrarCuanta inspiración en lo que para ella es trivial, deja bien claro conductas o modos que pueblan este mundo terrenal en todas las culturas y en esta tan sensible a los rituales o tradiciones que son casi lenguaje tácito sobresale mucho más.
ResponderBorrarMuy bueno y completo para vislumbrar a la mujer de Japón de aquellas épocas.
Un beso
Las mujeres también son odiosas.
ResponderBorrarCATI COBAS: qué alegría verte por aquí! Gracias, besos grandotes.
ResponderBorrarAURORAINES: Realmente valientes y casi como en una revolución feminista para esa época. Besos y gracias por venir.
CONVERSACIONES DE TODO: Hola amigo! Si que también pueden ser odiosas, pero no todas, entiendo que quisiste decir eso, por lo que nos disgusta, pero... hay de todo en la viña del Señor. Besos y gracias por tu visita que da mucha alegría.
Me dejaste sin palabras María Rosa, es un post increíblemente bello, nos cuentas un montón de cosas que seguramente desconocíamos (yo sí, desde luego) y donde podemos ver que la sensibilidad de la escritura es algo que se puede sentir y notar cuando se lee
ResponderBorrarBesitos!!!!! Y un abrazo de todo corazón!
FG: Querida amiga... respira... viste que interesante? Cuánto por saber de este gran mundo que componemos! Me alegra que te gustara. Besos grandotes
ResponderBorrarp.d.: A mi también me subyuga tu forma de escribir, impredecible, interesante, apasionada y libre. + besos.
Un post exquisito.
ResponderBorrarNo conocía nada de Sei Schônagon. Es una mezcal de sencillez y candor a la vez que refleja inteligencia y una personalidad fuerte.Nos has dado mucha información con un trabajo esplendido pero ahora me quedo con ganas de adquirir su obra suya, para tenela como obra de sobremesa. ¡un encanto de lectura!
Un cariñoso abrazo.
Altamente interesante, Rosa María.En estos tiempos no solamente de fútbol vive el hombre...y la mujer.
ResponderBorrarAbrazo.
Hola Esteban... qué bueno leerte por aquí! Sabes que me interesan temas variados y si no son muy conocidos más aún. Felicitaciones por el triunfo, parece que este mundial va a inclinarse para nuestros países. Abrazo grandote.
ResponderBorrarCon unos haikus
ResponderBorrartan sabias reflexiones
te felicito
tu blog es bello
leerte me ha gustado
¡fue delicioso!
Un fuerte abrazo Rosa María.