Domingo 20 de Diciembre, son las 10,20 am.
Ya hice gimnasia en la terraza. Al subir, ¡Oh sorpresa! Mis cactus habían
florecido. Son distintos pero parecidos. Estoy mirando una película infantil. Antes
me pregunté: “Qué hago mirando esta película?” Pensé en todo lo que podría
estar haciendo…
También me pregunté: “¿Y por qué tengo que
estar haciendo algo?”
Entonces decidí quedarme sentada mirando
la película pero… Siempre hay un pero…
Me dije: “¿Por qué no escribir lo que
siento?” Sentimiento de culpa a parte, sigo tomando mate, amargo, rico, con
cascaritas de naranja secas.
El celular suena, no lo miro, solo
escribo. Un mate y la tonta película sigue con su enseñanza sobre un padre que
hasta el momento no atendía a su familia por trabajar tanto.
Típica película navideña. Llega el
entendimiento con sus hijos, ellos enseñan, dialogan y él aprende rápidamente.
Están sin luz y encerrados tres días por decisión de él. Entran los malos que
tienen cierto parentesco con el padre, lo tratan de cobarde.
Después del entendimiento, los malos
entran por segunda vez y la familia que ya está unida los vence. Todo queda
grabado de principio a fin.
No cuento más porque la voy a seguir
mirando hasta el final, sin darle bolilla al celular, con mi “mate lavado”
Doy por concluido este relato pre-Navidad.
Son las 10.50 am.
¿Siempre hay que estar “Haciendo algo”?