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05 mayo 2013

AGRADECER

Agradezco al Diario La Nación por esta nota.

Realmente no tiene desperdicio. Valentía, decisión, dolor desde lo positivo y también desde lo negativo que puede ocurrir y cómo el Ser Humano puede encarar sus peores situaciones.


El instante eterno pasó rápido. En una embestida en la que entraron a destiempo todos los jugadores, Alexis chocó feo con el hombro del pilar contrario. Clac. Sexta y séptima vértebras cervicales se movieron, y una astilla -un médico aclararía que era del disco intervertebral- se clavó en la médula. Alexis se lesionó la médula en un partido a beneficio de jugadores lesionados medulares de rugby. Matrioska de ironía. Alexis en silla de ruedas.
Eso pasó en 1997. Tenía 20 años. Hasta entonces jugaba en el Club Atlético San Isidro (CASI), iba a ver a Racing... Y caminaba. Hoy, en su casa de Vicente López, la luz de las 5 de la tarde que entra por la ventana le pega en el piercing de la oreja izquierda y en los ojos, haciéndolos de verano.

Para mí la ironía se asocia a algo peculiar, gracioso. ¿Qué es para vos?

Parte mía. Choca muchas veces, por eso trato de callarme. Y el humor negro., en situaciones como la que viví yo, lo veo en Fleni -trabaja en el equipo de neurorrehabilitación pediátrica- es un mecanismo de defensa que surge en situaciones extremas. Te ayuda a tomar lo trágico desde un lugar más descomprimido. Y la ironía acompaña. Miro para atrás y digo que ese día fue una ironía constante. Si se lo querés adjudicar al destino, diría que fue con premeditación y alevosía.
Se ríe, y Nacho también. Nacho es Ignacio Sampietro, el amigo que escribió la biografía de Alexis, El mundo por segunda vez, donde cuenta lo que vivió. Tiene pasajes oscuros, otros de humor. La soledad buscada -al año y medio del accidente se fue a vivir a Bariloche-. El amor. El sexo.

¿Creés que los que dicen que las cosas pasan por algo tienen razón o que a ellos no les pasó nada?

No creo que algo pasa por algo. Pasa. Punto. Cada uno carga con la cruz que puede cargar. Si lo tengo que mirar desde mi historia, sucedió porque pasó. Ya está. Si se resolvió de una manera linda, o yo hice un camino para que las cosas se fueran viendo más claras, bueno. Nunca me olvido de uno de los chicos, el presidente de Rugby Amistad. Estaba internado y un día lo visitó un cura. El pibe, muy católico. El cura entró y le dijo: "Bueno, Nacho, tenés que estar bien, tranquilo, porque el Señor te eligió por algo". Él lo miró y le dijo: "¿Por qué no te eligió a vos, que vos lo elegiste a él, si yo con mi vida estaba bien?" Yo le meto más el factor suerte. Me ayudó el entorno y mi fortaleza interna.

Primera noche internado. Llaman de tu prepaga, Clinicien, y te dicen que no cubrirían los gastos porque el rugby era un deporte de alto riesgo...

Les gané 6 millones de pesos que nunca cobré. Se declararon en quiebra. Tengo 6 millones de pesos en algún lado, pero no sé dónde.
Se ríe, y la risa de Nacho le pone más música.

Contás en el libro que tu habitación se transformó en un santuario, con agua bendita de Francia, de Luján y de San Nicolás.

Creo que si hoy pudiera entrar a ese cuarto, me daría vergüenza ajena. Era una mezcla entre santuario y feria americana: tenía colgadas cincuenta mil camisetas de clubes que me iban dejando y estampitas, cruces, rosarios. Yo no las veía, yo tenía el halo, no podía ni siquiera inclinarme. Estaba completamente acostado. El único contacto visual que tuve con esa pared fue cuando me llevaron al quirófano y miré de costado y vi lo que era.
"Era fruto de la desesperación", dice Nacho. "Pero era muuucho. Desmedido", reconoce Alexis.

¿Eras creyente?
 En ese momento, sí.

¿Dejaste de serlo ahí?

No sé si dejé de serlo antes, si nunca lo fui, o si lo soy y lo escondo, o si estoy enojado con Dios.

Tenés un lío importante...
Sí [ríe]. Creo que existe una energía, pero no le pongo nombre. Cuando el mar está revuelto y está todo mal, si podés tirar el ancla y que el barco se estabilice un poco, te agarrás de cualquier cosa. Entonces me ayudó, me mantuvo calmo cuando la angustia era desmedida y el rezar me llevaba a un lugar más tranquilo. Con los años encontré la meditación y la respiración. Un poco lo que te propone la religión es acepto lo que me pasa, voy a ser un hombre bueno y tendré mi premio al morir por haber soportado tanto tormento . No es lo que busco, porque quiero ser feliz ahora y lo que venga después, vendrá. ¿Y si no viene? ¿Qué onda? Me encontré más conmigo y aprendí a vivir desde otro lugar. Y perderle el miedo a la muerte. Más en los últimos años que cuando me lesioné.

¿Te quisiste morir?
Creo que cuando le dije a mi viejo lo de pegarme un tiro [le dijo que ni eso podía hacer] fue el único momento en que lo pensé desde la resignación. Si alguien venía con un revólver y me decía que me ayudaba a apretar el gatillo, creo que no lo hubiera hecho.

Preguntaste si volverías a caminar y te dijeron que no. ¿Todos los miedos estaban ahí?

Detrás de esa respuesta estaban todos mis fantasmas. Entendía perfectamente la lesión, pero me aferraba a lo que me llegaba de afuera. "A tal le pasó parecido y caminó." Estaba aferrado al milagro. Mi lesión era muy jodida. Hoy, muchos no pueden creer la evolución que tuve, pensaban que el nivel motor iba a quedar mucho más comprometido. No pueden creer que tenga el nivel de independencia que logré. Ese médico, lo odié. Fue el personaje más difícil con el que traté. Fue el que me dijo que no iba a caminar. Me lo decía con una seguridad que no me quedó otra que pensar que me lo decía en serio. Ahora pienso que fue lo mejor que me pasó. Caí. Me bajó tanto las expectativas que sólo me quedaba subir.
Estuvo siete meses para mover un dedo y siete años para divorciarse del pudor: ese divorcio llegó cuando logró ponerse solo un supositorio. "Logré cruzar la cordillera de mi cuerpo", dice en el libro. "Quería hacer solo", dice en la charla. Al año y medio de la lesión, Alexis se fue a vivir a Bariloche.
"Quería hacer solo. El supositorio, cateterizarme solo, eran las cuestiones más pudorosas por las que pasaba. Sentir que necesitaba que un amigo me limpiara el traste... A medida que iba mejorando habilidades podía aspirar a intentarlo. No lo iba a hacer en dos días. En casa (mamá y papá) me untaban la tostada. Y yo la tostada la podía untar. Pero sin embargo los dejaba hacerlo. Esa comodidad pasaba medio inadvertida, pero me incomodaba y me enojaba, y se los decía y me enojaba que me lo hicieran, pero por otro lado si no lo hacían, se los pedía. Un gataflorirsmo constante."

¿No es un acto de amor untar una tostada?

Pero para mí era una de las pocas cosas que podía hacer y yo permitía que otro lo hiciera. Necesitaba alejarme de todo eso, pero no era consciente.
A Paula la conoció como la mujer de otro. Había ido a hacerse un tatuaje y Paula era la mujer del tatuador. Le encantó. Pero Paula era la mujer del tatuador. Años después la cruzó en un bar. Paula sale de la cocina de la casa de Vicente López y nos acerca un café.

¿Qué buscabas en las primeras relaciones que tuviste después del accidente?
 
Primero estaba el nunca más una mina me va a dar bola. Lo veo con pacientes, lesionarse y que pasen cuatro meses hasta que tienen una erección. Y en ese proceso no es que te olvidás, pensás ¿se va a volver a parar? En un principio maté ese fantasma. Después me quería demostrar que podía estar con cualquier mujer como cualquier otro. Con mi primera pareja el vínculo estaba más ligado a la asistencia. En el medio de todo eso me choqué con paredes, muchas más de las que se cuentan en el libro.

Hablás de un tabú dentro de otro tabú: sexo en la discapacidad. Hablás con humor (kamasutra del rengo) y de María, una prostituta de Uruguay.

Era probarme a mí y ver qué pasaba en el otro cuando está en una situación tan distinta de lo que estaba acostumbrado. Por eso María. Me acuerdo de que le pagué y me dijo: "Pero a vos no te puede pasar nada malo, ¿no?" "No, que yo sepa, no", le dije. Ella fantaseaba con que me iba a agarrar una convulsión, un infarto, no sé.

Dificultades motoras, con necesidades especiales... ¿Tenemos problemas con el diccionario?

Es el cargo de conciencia que tiene la sociedad con el discapacitado, tratan de ponerlo como un par. Y eso no se da con la definición, sino con el hecho en sí. Para mí el discapacitado es discapacitado: yo no tengo una capacidad diferente. Una capacidad diferente sería concentrarme y prender la vela desde acá.
La vela está a un metro suyo. A un metro mío y a un metro de Nacho. A Nacho le explota la boca con la carcajada. La charla se va para Jama, la banda de reggae que tiene Alexis -sacaron tres discos; el último, el año pasado-, Racing y eso que pasa cuando una charla es relajada: los temas se suceden y no se sabe bien cómo se encadenaron.

¿Cómo te soñás? ¿Corrés?

¿Ahora? Distinto de como me soñaba hace seis años. Antes, los primeros años entraba al vestuario del club con mi bolso, con los jugadores de la primera. Nos estábamos cambiando todos: me ponía las medias, el pantalón, la camiseta. Me levantaba, me mojaba el pelo y de repente había que salir a la cancha y no estaban los botines. Los buscaba por todos lados. No los tenía y salía todo el equipo a la cancha y entraba otro en mi lugar. O estaba de suplente y me decían: "Movete". Empezaba a correr por el costado de la cancha y de repente decía: "¡Pero me olvidé los botines!" O que me pesaran los pies; tratar de levantarlos y que me pesen. Y de repente eso cambió, no me pasó más. Ahora juego partidos de rugby fantásticos, tengo unas habilidades increíbles, con una capacidad casi sobrenatural. Soy mucho mejor en sueños que lo que era antes. Desde ese cambio soy un ex jugador..

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