Amigos sigo con el método de copiar y pegar, como ya comenté falta menos para liberar a mis deditos del yeso. gracias a todos por sus palabras que comtestaré mejor después de la rehabilitación.
A LO NUESTRO.....
¡¡¡F E L I Z DÍA DEL NIÑO¡¡¡
copio un texto de la revista ADN del periódico La nación de hoy...
Lo miraba con odio, temor, espanto.
Cada vez que entraba, Yamila sabía que el doctor venía a pincharla, a sacarle sangre, a hacerla sufrir.
Y la torturaba. Le hacía tanto daño...
Entonces se empacaba y no lo dejaba ni acercarse.
Yamila, cinco años, paciente con síndrome hemofagocítico (un mal cuya particularidad es que las células atacan y se comen a las buenas y dejan estigmas corporales), estaba harta de sufrir, de que le hurgaran en las venas, ya finitas de tanto exprimirlas.
Entonces, el doctor Andrés Kogan, que hasta entonces se ganaba la vida como maestro jardinero, empezó a utilizar títeres para acercarse a la nena sufriente, a cantarle canciones, a hacerle caras graciosas, y así Yamila empezó a dejar que se acercara con la jeringa, y hasta una vez le ofreció el brazo para que le sacara más sangre.
Yamila tenía cinco años cuando una complicación de su enfermedad le llevó la vida. "Fue durante una guardia que no era la mía -dice Kogan-; y eso me cambió para siempre."
Eso y Julieta, una adolescente de 14 años que tenía leucemia y todas las complicaciones de la enfermedad. "Le dolía todo, pobrecita; hasta el roce de la sábana. Yo la veía todos los días y era testigo de cómo su calidad de vida se iba deteriorando. Entonces, el Servicio de Cuidados Paliativos del Gutiérrez trabajó mucho para ayudarla a soportar el dolor, y los últimos días fueron de menor sufrimiento que al principio, porque le habían enseñado hasta a abstraerse del dolor. Eso me decidió."
Y la torturaba. Le hacía tanto daño...
Entonces se empacaba y no lo dejaba ni acercarse.
Yamila, cinco años, paciente con síndrome hemofagocítico (un mal cuya particularidad es que las células atacan y se comen a las buenas y dejan estigmas corporales), estaba harta de sufrir, de que le hurgaran en las venas, ya finitas de tanto exprimirlas.
Entonces, el doctor Andrés Kogan, que hasta entonces se ganaba la vida como maestro jardinero, empezó a utilizar títeres para acercarse a la nena sufriente, a cantarle canciones, a hacerle caras graciosas, y así Yamila empezó a dejar que se acercara con la jeringa, y hasta una vez le ofreció el brazo para que le sacara más sangre.
Yamila tenía cinco años cuando una complicación de su enfermedad le llevó la vida. "Fue durante una guardia que no era la mía -dice Kogan-; y eso me cambió para siempre."
Eso y Julieta, una adolescente de 14 años que tenía leucemia y todas las complicaciones de la enfermedad. "Le dolía todo, pobrecita; hasta el roce de la sábana. Yo la veía todos los días y era testigo de cómo su calidad de vida se iba deteriorando. Entonces, el Servicio de Cuidados Paliativos del Gutiérrez trabajó mucho para ayudarla a soportar el dolor, y los últimos días fueron de menor sufrimiento que al principio, porque le habían enseñado hasta a abstraerse del dolor. Eso me decidió."
Imposible no llorar ante este relato. Qué hacer ante la tristeza. Qué hacer con tanta enfermedad y dolor en cuerpitos chicos y deteriorados.
"¿Qué hacer?", pregunta LNR a Kogan, 33 años, casado, una hija, pediatra y director ejecutivo de Alegría Intensiva. "Esto. Nosotros hacemos esto, vení, mirá."
Entonces, de una sala que nada tiene que ver con un camarín salen cinco personas con nariz de payaso, guardapolvo de médico, guitarra y cachetes colorados, y caminan por los pasillos del Hospital de Niños Garrahan sorprendiendo a ese universo de nenes enfermos con canciones, risas, cuentitos y muecas.
Ahora están en una de las salas de espera. Y vaya si en estas salas se espera.
Irene Sexer (doctora Marta), Silvina Sznadjer (doctora Stacatta), Luciana Wiederhold (doctora Carlota), Ariel Kotler (doctor Yésico Ternura) y Gabriel Cohan (doctor Riten), todos clowns profesionales vestidos de médicos, improvisan una performance frente a 20 chicos impactados. Miedos e ilusiones
Nada en ellos deja traslucir que les duele esa cabeza calva por la quimioterapia para curar el cáncer, el andador de ese nene que casi no camina, la mirada perdida de Estelita, la chiquita que no logra sostener la cabeza pero que se ríe... "Mientras estudiaba trabajaba como maestro jardinero, en sala de dos años, donde había chicos sanos; de hecho, existía una impronta de chicos saludables. Pero cuando me recibí fue muy fuerte el impacto de ver chicos enfermos, de bajos recursos, con enfermedades que en otros casos eran curables. Y la relación con Yamila y Julieta fue determinante.
"En mi caso -dice Mariano Rozemberg, el socio de Andrés en Alegría Intensiva, también médico, pero antes docente de educación física- no hubo ninguna situación traumática con un paciente. Fue a través de un amigo mío, brasileño, que conocía el trabajo que hacían unos médicos en San Pablo y me lo mostró."
"¿Qué hacer?", pregunta LNR a Kogan, 33 años, casado, una hija, pediatra y director ejecutivo de Alegría Intensiva. "Esto. Nosotros hacemos esto, vení, mirá."
Entonces, de una sala que nada tiene que ver con un camarín salen cinco personas con nariz de payaso, guardapolvo de médico, guitarra y cachetes colorados, y caminan por los pasillos del Hospital de Niños Garrahan sorprendiendo a ese universo de nenes enfermos con canciones, risas, cuentitos y muecas.
Ahora están en una de las salas de espera. Y vaya si en estas salas se espera.
Irene Sexer (doctora Marta), Silvina Sznadjer (doctora Stacatta), Luciana Wiederhold (doctora Carlota), Ariel Kotler (doctor Yésico Ternura) y Gabriel Cohan (doctor Riten), todos clowns profesionales vestidos de médicos, improvisan una performance frente a 20 chicos impactados. Miedos e ilusiones
Nada en ellos deja traslucir que les duele esa cabeza calva por la quimioterapia para curar el cáncer, el andador de ese nene que casi no camina, la mirada perdida de Estelita, la chiquita que no logra sostener la cabeza pero que se ríe... "Mientras estudiaba trabajaba como maestro jardinero, en sala de dos años, donde había chicos sanos; de hecho, existía una impronta de chicos saludables. Pero cuando me recibí fue muy fuerte el impacto de ver chicos enfermos, de bajos recursos, con enfermedades que en otros casos eran curables. Y la relación con Yamila y Julieta fue determinante.
"En mi caso -dice Mariano Rozemberg, el socio de Andrés en Alegría Intensiva, también médico, pero antes docente de educación física- no hubo ninguna situación traumática con un paciente. Fue a través de un amigo mío, brasileño, que conocía el trabajo que hacían unos médicos en San Pablo y me lo mostró."
Entonces llegó el 6 de junio de 2008. La idea ya estaba en marcha, los clowns ensayaban y del hospital los llamaron: una vez al año se abre la inscripción para los turnos de neurocirugía y genética, y en la sala de espera había cerca de 600 personas. Muchas de ellas estaban con los niños que debían ser operados en algún momento del año, que habían venido desde el interior y hasta del exterior, angustiados, con miedo e ilusiones, con sufrimiento y expectativas. Desde hacía varios días acampaban en el hospital porque no tenían dónde dormir, porque el dinero sólo alcanzaba para el pasaje.
Entonces ellos salieron a alegrarlos: se pararon frente a esas 600 o 700 caras y caritas desconcertadas y los hicieron reír. Nunca pararon desde entonces: todos los martes, los cinco clowns se pintarrajean la cara, se ponen los guardapolvos, se calzan los nombres de fantasía, y Marta, Stacatta, Carlota, Yésico y Riten salen a que las cosas se alivien: hasta el momento, más de 9000 chicos y 12.000 adultos disfrutaron de un momento de paz.
Entonces ellos salieron a alegrarlos: se pararon frente a esas 600 o 700 caras y caritas desconcertadas y los hicieron reír. Nunca pararon desde entonces: todos los martes, los cinco clowns se pintarrajean la cara, se ponen los guardapolvos, se calzan los nombres de fantasía, y Marta, Stacatta, Carlota, Yésico y Riten salen a que las cosas se alivien: hasta el momento, más de 9000 chicos y 12.000 adultos disfrutaron de un momento de paz.
"Para nosotros fue una experiencia que nos sacó del contexto de la enfermedad, del sufrimiento, de la nostalgia, de todo lo que se vive en un hospital -dice María Emilia Burgos, médica principal del hospital-. Y para los chicos resultó toda una sorpresa. Es muy común que la gente llegue al hospital con una mirada del pobrecito, el que está enfermo, el que no tiene, el que no puede. Los clowns de Alegría Intensiva ( http://www.alegriaintensiva.org.ar/ ) fueron habitación por habitación, entrando con absoluto respeto, con un acercamiento muy especial, con una mirada que favorecía el contacto con los chicos y con sus familiares. Transmitían una cosa de juego, de alegría, de frescura, con mucha espontaneidad."
Esa primera vez de los clowns fue memorable. "Si bien todos estábamos informados de lo que iba a pasar, al ver la situación la reacción fue de sorpresa. Los enfermeros fueron los que al principio miraban la escena con un poquito más de recelo. Sin embargo, también pudieron adaptarse perfectamente, e incluso, cuando los clowns dejaron de venir, se preguntaban qué pasaba que no volvían a trabajar en la sala, y pedían por ellos."
Burgos dice que las madres que vienen del interior del país son las que más rápidamente se prenden con los payasos, y remata la charla con una anécdota que conmueve: "Recuerdo una nena de unos 4 añitos, en tratamiento por leucemia. El impacto de la enfermedad había sido muy grande para ella: pasaba el día de mal humor y era muy difícil de manejar. Costaba revisarla o simplemente acercarse. Una mañana pasé a verla y nos pusimos a charlar. Cuando le pregunté qué tenía ganas de hacer ese día, me contestó: "Hoy tengo ganas de que venga un payaso". Justo coincidió que era martes y estaban los chicos de Alegría Intensiva. Un rato después, los clowns entraron en la habitación y para ella fue una fiesta.
Gabriel Cohan, el doctor Riten para los chicos, cuenta lo suyo: "Me acuerdo de que ese día nos tocaba visitar la sala de internación en la que estaba Dylan, un niño de unos 3 o 4 años al que conocíamos desde hacía unos 15 días. Usualmente, cuando yo entraba él se escondía o le pedía a su mamá que me fuera. Pero un día se había preparado para nosotros: tenía puesta una nariz de payaso, se hacía llamar Pepón y lo único que pedía era que yo no entrara. Entonces, muy despacio y con la complicidad de mis compañeros, que me pedían que me fuera, me fui acercando hacia la ronda que se había formado entre Dylan, su mamá, algunas enfermeras y los payasos que lo protegían. Nosotros no tenemos libreto; por eso, mientras me acercaba me preguntaba qué iba a hacer cuando llegara al montón. Y me salió llegar, saludar, anunciar que me iba y partir. A la despedida le siguió un silencio. Todos miraron a Dylan. El me sacó la mirada, la abrió hacia su público y, en forma explosiva, desató una carcajada. Sonó fortísimo, y como eco la sucedieron las risas de todos los que estaban allí mirando. Desde ese día la rutina fue la misma: el juego de despedirme y la carcajada explosiva".
Esa primera vez de los clowns fue memorable. "Si bien todos estábamos informados de lo que iba a pasar, al ver la situación la reacción fue de sorpresa. Los enfermeros fueron los que al principio miraban la escena con un poquito más de recelo. Sin embargo, también pudieron adaptarse perfectamente, e incluso, cuando los clowns dejaron de venir, se preguntaban qué pasaba que no volvían a trabajar en la sala, y pedían por ellos."
Burgos dice que las madres que vienen del interior del país son las que más rápidamente se prenden con los payasos, y remata la charla con una anécdota que conmueve: "Recuerdo una nena de unos 4 añitos, en tratamiento por leucemia. El impacto de la enfermedad había sido muy grande para ella: pasaba el día de mal humor y era muy difícil de manejar. Costaba revisarla o simplemente acercarse. Una mañana pasé a verla y nos pusimos a charlar. Cuando le pregunté qué tenía ganas de hacer ese día, me contestó: "Hoy tengo ganas de que venga un payaso". Justo coincidió que era martes y estaban los chicos de Alegría Intensiva. Un rato después, los clowns entraron en la habitación y para ella fue una fiesta.
Gabriel Cohan, el doctor Riten para los chicos, cuenta lo suyo: "Me acuerdo de que ese día nos tocaba visitar la sala de internación en la que estaba Dylan, un niño de unos 3 o 4 años al que conocíamos desde hacía unos 15 días. Usualmente, cuando yo entraba él se escondía o le pedía a su mamá que me fuera. Pero un día se había preparado para nosotros: tenía puesta una nariz de payaso, se hacía llamar Pepón y lo único que pedía era que yo no entrara. Entonces, muy despacio y con la complicidad de mis compañeros, que me pedían que me fuera, me fui acercando hacia la ronda que se había formado entre Dylan, su mamá, algunas enfermeras y los payasos que lo protegían. Nosotros no tenemos libreto; por eso, mientras me acercaba me preguntaba qué iba a hacer cuando llegara al montón. Y me salió llegar, saludar, anunciar que me iba y partir. A la despedida le siguió un silencio. Todos miraron a Dylan. El me sacó la mirada, la abrió hacia su público y, en forma explosiva, desató una carcajada. Sonó fortísimo, y como eco la sucedieron las risas de todos los que estaban allí mirando. Desde ese día la rutina fue la misma: el juego de despedirme y la carcajada explosiva".
No preguntamos cómo terminó la historia de ese niño. Ellos tampoco preguntan. Los clowns saben que de eso no se habla, que lo importante es arrancarles una sonrisa, compartir el momento, las ganas de vivir.
Por Alejandra Rey revista@lanacion.com.ar
Que tengas un buen día RosaMaría y estés bien, cuidate, te esperamos
ResponderBorrarUn fuerte abrazo
ROSI:
ResponderBorrarME GUSTA MUCHO TU BLOG,ERES SABIA .
SIEMPRE LO FUISTE .
TUS DEDITOS!!!!!!!!
YA ESTARÀN BIÈN
ÈSTE INVIERNO YO TUVE DEDITOS Y NO TUVE UN DÌA BIÈN .
¿CAUSAS? UNA DETRÀS DE OTRA .
ACCIDENTES CASEROS Y CONTAGIOS EN UNA SALA DE ESPERA ,DONDE HAY SIEMPRE QUE HACER DE DOCENTE Y ENSEÑAR A LA GENTE SUCIA (CON DULZURA)A USAR PAÑUELOS DESCARTEBLES .
NO OBSTANTE EL VIRUS QUEDA EN EL AMBIENTE .
(NO DE GRIPE A).PERO......
ARRIBA ,MUCHACHA LINDA ,ARRIBA QUE VIENEN LAS FLORES .
BACI..................estela
..gracias a dios existen estos corazones iluminados .la verdadera amistad esta acompañada d e alegria..eso cura todo..
ResponderBorrarMe alegra enormemente que vayan curándose tus deditos y muy bueno tu post
ResponderBorrarUn beso y buena semana
¡¡¡Rosita!! Eres un fenómeno
ResponderBorrar, mejor dicho una superdotada. Que cosas bellas e intersantes sabes hacer. La verdad es que no debería causarme sorpresa pues ya sé, desde hace tiempo, todos los puntos que calzas, pero lo cierto es que te superas a ti misma.
Mi felicitación y un fuerte y caluroso beso.
¿Escayola? Hace tiempo que no paso por aquí y te encuentro así... Espero que te mejores pronto.
ResponderBorrarMi mayor reconocimiento para aquellos que luchan día a día contra el dolor, la enfermedad y la tristeza. Sus esfuerzos deberían ser mejor valorados.