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18 enero 2016

EL PODER: CASI UNA DROGA



Una interesante nota extractada del periódico LA VANGUARDIA de Barcelona.

http://www.lavanguardia.com/politica/20160118/301476100100/como-dejar-poder.html

Silvia Hinojosa, Barcelona
18/01/2016 01:27 |

El poder, el éxito, actúan en el cerebro como lo haría una droga, activando el circuito de recompensa que hace que uno se sienta bien, que mantiene a raya los miedos y la ansiedad e incluso mejora las capacidades cognitivas y hay más agilidad mental y creatividad. Es el mismo sistema que activa el deseo sexual. Por eso el poder engancha. Y es tan duro perderlo.
“La clave está en que el poder cambia a las personas, modifica su bioquímica y sus estructuras cerebrales de manera que quieren más –explica el doctor en Psicología de la Universitat de Valencia Roger Muñoz, experto en neuropolítica–. La primera hormona que cambia es la testosterona, que aumenta en situaciones de poder y cambia la personalidad de hombres y mujeres, les vuelve dominantes. A la larga eso se estabiliza, pero las personas muy competitivas tienen elevados niveles de esta hormona”. En una contienda política intervienen muchas variables, pero en términos estrictamente químicos, añade este experto, quien gana tiene una subida de testosterona, la hormona de la competitividad y la dominación social, y presenta niveles bajos de cortisol, la hormona del estrés, al contrario que quien pierde.
La testosterona hace que aumenten los niveles de dopamina, un neurotransmisor que activa los circuitos neuronales con los que el político –y cualquier persona–, elabora nuevos planes y estrategias. Y la dopamina activa el circuito de recompensa, que produce placer e incita a repetir.


“La lucha política genera un ambiente estresante, ya que se lucha por la toma de decisiones, y eso se puede resolver intentando dominar al de enfrente o colaborando con él –añade Muñoz–, y ahí entra en juego la oxitocina, la hormona de la cooperación, de la empatía, de la afectividad. Aunque sea por que no les queda otro remedio, cuando los políticos se ven obligados a colaborar, baja la testosterona y sube la oxitocina”.
Pero no todo se limita a la relación entre dos o tres hormonas. La personalidad de cada uno y el contexto económico y social influyen en la manera cómo un gobernante vive y ejerce su liderazgo y desde luego en cómo encaja la pérdida de poder. Ahí entra en juego la variable psicológica de las expectativas. Los políticos tienen una gran capacidad para hacer una lectura positiva de las situaciones, no hay más que ver las valoraciones de los candidatos después de unas elecciones, y es lógico que sea así. “Lo peor para un político es pensar que ha sufrido una derrota, que le han vencido, pero la victoria y la derrota están en nuestra mente, si crees que no has perdido, no hay derrota –subraya Roger Muñoz–, es un proceso de regulación emocional. Tenemos la capacidad cognitiva de regular de forma racional nuestras emociones, podemos hacer una lectura positiva y eso influirá en nuestras hormonas”.
En este contexto, tener vínculos y apoyo social, pensar que se ha tomado una decisión en beneficio del clan, por dura que sea, aumenta la oxitocina y reduce el estrés, añade este experto en psicobiología. Los procesos de regulación emocional son necesarios, y más para los políticos, sometidos a la crítica constante, aunque corren el riesgo de suprimir emociones, insensibilizarse. “Suprimir una emoción no quiere decir aceptarla”, advierte este experto, que recomienda la limitación de mandatos. “Si se eternizan en un cargo, si no lo toman como algo transitorio, tendrán más miedo a perder el poder”, avisa.

Añado por mi parte : Siempre existió, existe y existirá la supremacía por el poder, aunque ahora se ha llegado a extremos alarmantes a nivel mundial.