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22 agosto 2009

¡QUÉ RICAS SON LAS PAPAS!

LO DIGO CON... FUNDAMENTO


MIREN SI ADEMÁS NO ES UNA BELLEZA, TANTO EL TUBÉRCULO COMO LA PLANTA EN SÍ MISMA
(SOLANUM TUBEROSUM)

La papa es uno de los mejores alimentos que produce la naturaleza. De fácil asimilación y nutrición, los niños y los ancianos se alimentan perfectamente con ella, aprovechándose de su valor nutritivo y a la vez medicinal.
Propiedades: La papa cocida con cáscara aprovecha todas sus vitaminas y substancias minerales, que existen inmediatamente debajo de su hollejo, la peladura se lleva lo mejor más valioso que tiene este tubérculo. Las papas peladas sólo contienen almidón, las vitaminas y las sales minerales que contenían se fueron en las peíaduras.
La cáscara u hollejo de la papa es una película muy fina, que puede comerse sin ningún inconveniente y hasta con más gusto. Cocinadas en esta forma resultan mucho más sabrosas, debido a que han conservado las sales minerales, las cuaíes le dan un sabor especial agradable.
Las papas asadas o cocidas con su hollejo, abundan en vitamina A, BI, B2, PP y C. Contiene proteínas, celusosa, fécula y sales minerales de calcio, fósforo, hierro, potasio, sodio, etc.
La papa blanca para cazuela o la doma que tiene manchas moradas es de muy superior calidad a la amarilla, esta última se cultiva no por su buena calidad, sino únicamente por su gran rendimiento que da en las siembras.
La papa tiene propiedades alcaíinas, el empleo abundante en las comidas aumentan la alcalinidad de la sangre, evita el escorbuto y corrige la acidez excesiva del organismo, producida por la alimentación a base de carne, pescado, etc.
El caldo de papas peladas es reconstituyente, emoliente antiescorbútico, diurético y, antirreumático.
Según investigaciones de von Noorden, Baizli y otras autoridades en la materia —leemos en Cátedra y Clinica— , el jugo de papas sería de extraordinaria utilidad en la así llamada "acidez de estómago", y también se logran mejorías en caso de ulceraciones.
Se prepara del modo siguiente: se lavan cuatro papas grandes, se rallan con cáscara y luego se las exprime a través de un lienzo` obteniéndose de esta manera el jugo. Se recomienda prepararlo inmediatamente antes de ingerirlo. La dosis es de 100 gramos, se toma tres veces antes de las comidas.
La cáscara de papas contiene una substancia llamada solamina, y también. substancias amiláceas y mucoides que formarían una especie de protección para la mucosa del estómago.
Este tubérculo constituye, además, una excelente fuente de vitaminas: A, B1, B2, C y P, esta última sobresale por sus magníficas proporciones.

A NO PRIVARSE AMIGOS Y AMIGAS

15 agosto 2009

COLISIÓN DE PLANETAS



¿NO LES PARECE UNA FOTO ESPECTACULAR?


INFORMACIÓN Y FOTO EXTRAÍDAS DE YAHOO.ES


Uno de los planetas era del tamaño de la Luna y el otro como Mercurio, y la colisión ocurrió hace varios miles de años, no hace mucho en términos astronómicos.
Un comunicado de JPL indicó que el impacto desintegró al cuerpo más pequeño en un choque tan violento que vaporizó sus rocas y lanzó al espacio enormes estelas de lava.

"Esta colisión tiene que haber sido enorme y a una velocidad tan grande que la roca se derritió", señaló Carey Lisse, científico del Laboratorio de Física Aplicada de la Universidad Johns Hopkins.
Se calcula que la velocidad del desplazamiento de ambos cuerpos ocurrió a una velocidad de más de 36.000 kilómetros por hora.

El informe sobre la investigación será publicado en la edición correspondiente al 20 de agosto de la revista Astrophysival Journey.
"Este es un hecho muy poco frecuente y de corta duración, pero crucial en la formación de planetas similares como la Tierra y las lunas. Tenemos la suerte de haberlo presenciado no mucho después de que ocurriera", manifestó.
Según Lisse y los científicos que participaron en la investigación, el choque cósmico debe haber sido similar al que dio origen a nuestra Luna hace unos 4.000 millones de años cuando un cuerpo del tamaño de Marte se estrelló contra la superficie terrestre.
"La fuerza de esa colisión fue tan grande que debe haber derretido la superficie de la Tierra", indicó Geoff Bryde, científico de JPL y co autor del informe.
Los restos de esa colisión formaron un disco que tras el paso de millones de años se convirtió en lo que ahora es la Luna.
La colisión ocurrió en las cercanías de la estrella HD 172555 a unos 100 años luz en la constelación del Pavo.
Mediante el espectrógrafo del Spitzer los científicos analizaron la luz de esa estrella. Y lo que encontraron era muy extraño.
"Nunca había visto nada parecido antes. El espectro era muy raro", señaló Lisse.
Durante el análisis, los investigadores encontraron silica amorfa que esencialmente es vidrio derretido y que en la tierra se puede encontrar en las rocas de obsidiana, llamada tektitas.
Se cree que esas tektitas, que esencialmente son trozos de lava, se formaron como resultado del choque de meteoritos contra la superficie terrestre.
También detectaron grandes cantidades de monóxido de silicio creado al desintegrarse la roca.

09 agosto 2009

¡FELIZ Y SALUDABLE DÍA DEL NIÑO!


Amigos sigo con el método de copiar y pegar, como ya comenté falta menos para liberar a mis deditos del yeso. gracias a todos por sus palabras que comtestaré mejor después de la rehabilitación.


A LO NUESTRO.....


¡¡¡F E L I Z DÍA DEL NIÑO¡¡¡


copio un texto de la revista ADN del periódico La nación de hoy...


Lo miraba con odio, temor, espanto.

Cada vez que entraba, Yamila sabía que el doctor venía a pincharla, a sacarle sangre, a hacerla sufrir.
Y la torturaba. Le hacía tanto daño...
Entonces se empacaba y no lo dejaba ni acercarse.
Yamila, cinco años, paciente con síndrome hemofagocítico (un mal cuya particularidad es que las células atacan y se comen a las buenas y dejan estigmas corporales), estaba harta de sufrir, de que le hurgaran en las venas, ya finitas de tanto exprimirlas.
Entonces, el doctor Andrés Kogan, que hasta entonces se ganaba la vida como maestro jardinero, empezó a utilizar títeres para acercarse a la nena sufriente, a cantarle canciones, a hacerle caras graciosas, y así Yamila empezó a dejar que se acercara con la jeringa, y hasta una vez le ofreció el brazo para que le sacara más sangre.
Yamila tenía cinco años cuando una complicación de su enfermedad le llevó la vida. "Fue durante una guardia que no era la mía -dice Kogan-; y eso me cambió para siempre."
Eso y Julieta, una adolescente de 14 años que tenía leucemia y todas las complicaciones de la enfermedad. "Le dolía todo, pobrecita; hasta el roce de la sábana. Yo la veía todos los días y era testigo de cómo su calidad de vida se iba deteriorando. Entonces, el Servicio de Cuidados Paliativos del Gutiérrez trabajó mucho para ayudarla a soportar el dolor, y los últimos días fueron de menor sufrimiento que al principio, porque le habían enseñado hasta a abstraerse del dolor. Eso me decidió."

Imposible no llorar ante este relato. Qué hacer ante la tristeza. Qué hacer con tanta enfermedad y dolor en cuerpitos chicos y deteriorados.
"¿Qué hacer?", pregunta LNR a Kogan, 33 años, casado, una hija, pediatra y director ejecutivo de Alegría Intensiva. "Esto. Nosotros hacemos esto, vení, mirá."
Entonces, de una sala que nada tiene que ver con un camarín salen cinco personas con nariz de payaso, guardapolvo de médico, guitarra y cachetes colorados, y caminan por los pasillos del Hospital de Niños Garrahan sorprendiendo a ese universo de nenes enfermos con canciones, risas, cuentitos y muecas.
Ahora están en una de las salas de espera. Y vaya si en estas salas se espera.
Irene Sexer (doctora Marta), Silvina Sznadjer (doctora Stacatta), Luciana Wiederhold (doctora Carlota), Ariel Kotler (doctor Yésico Ternura) y Gabriel Cohan (doctor Riten), todos clowns profesionales vestidos de médicos, improvisan una performance frente a 20 chicos impactados. Miedos e ilusiones
Nada en ellos deja traslucir que les duele esa cabeza calva por la quimioterapia para curar el cáncer, el andador de ese nene que casi no camina, la mirada perdida de Estelita, la chiquita que no logra sostener la cabeza pero que se ríe... "Mientras estudiaba trabajaba como maestro jardinero, en sala de dos años, donde había chicos sanos; de hecho, existía una impronta de chicos saludables. Pero cuando me recibí fue muy fuerte el impacto de ver chicos enfermos, de bajos recursos, con enfermedades que en otros casos eran curables. Y la relación con Yamila y Julieta fue determinante.
"En mi caso -dice Mariano Rozemberg, el socio de Andrés en Alegría Intensiva, también médico, pero antes docente de educación física- no hubo ninguna situación traumática con un paciente. Fue a través de un amigo mío, brasileño, que conocía el trabajo que hacían unos médicos en San Pablo y me lo mostró."

Entonces llegó el 6 de junio de 2008. La idea ya estaba en marcha, los clowns ensayaban y del hospital los llamaron: una vez al año se abre la inscripción para los turnos de neurocirugía y genética, y en la sala de espera había cerca de 600 personas. Muchas de ellas estaban con los niños que debían ser operados en algún momento del año, que habían venido desde el interior y hasta del exterior, angustiados, con miedo e ilusiones, con sufrimiento y expectativas. Desde hacía varios días acampaban en el hospital porque no tenían dónde dormir, porque el dinero sólo alcanzaba para el pasaje.
Entonces ellos salieron a alegrarlos: se pararon frente a esas 600 o 700 caras y caritas desconcertadas y los hicieron reír. Nunca pararon desde entonces: todos los martes, los cinco clowns se pintarrajean la cara, se ponen los guardapolvos, se calzan los nombres de fantasía, y Marta, Stacatta, Carlota, Yésico y Riten salen a que las cosas se alivien: hasta el momento, más de 9000 chicos y 12.000 adultos disfrutaron de un momento de paz.

"Para nosotros fue una experiencia que nos sacó del contexto de la enfermedad, del sufrimiento, de la nostalgia, de todo lo que se vive en un hospital -dice María Emilia Burgos, médica principal del hospital-. Y para los chicos resultó toda una sorpresa. Es muy común que la gente llegue al hospital con una mirada del pobrecito, el que está enfermo, el que no tiene, el que no puede. Los clowns de Alegría Intensiva ( http://www.alegriaintensiva.org.ar/ ) fueron habitación por habitación, entrando con absoluto respeto, con un acercamiento muy especial, con una mirada que favorecía el contacto con los chicos y con sus familiares. Transmitían una cosa de juego, de alegría, de frescura, con mucha espontaneidad."
Esa primera vez de los clowns fue memorable. "Si bien todos estábamos informados de lo que iba a pasar, al ver la situación la reacción fue de sorpresa. Los enfermeros fueron los que al principio miraban la escena con un poquito más de recelo. Sin embargo, también pudieron adaptarse perfectamente, e incluso, cuando los clowns dejaron de venir, se preguntaban qué pasaba que no volvían a trabajar en la sala, y pedían por ellos."
Burgos dice que las madres que vienen del interior del país son las que más rápidamente se prenden con los payasos, y remata la charla con una anécdota que conmueve: "Recuerdo una nena de unos 4 añitos, en tratamiento por leucemia. El impacto de la enfermedad había sido muy grande para ella: pasaba el día de mal humor y era muy difícil de manejar. Costaba revisarla o simplemente acercarse. Una mañana pasé a verla y nos pusimos a charlar. Cuando le pregunté qué tenía ganas de hacer ese día, me contestó: "Hoy tengo ganas de que venga un payaso". Justo coincidió que era martes y estaban los chicos de Alegría Intensiva. Un rato después, los clowns entraron en la habitación y para ella fue una fiesta.
Gabriel Cohan, el doctor Riten para los chicos, cuenta lo suyo: "Me acuerdo de que ese día nos tocaba visitar la sala de internación en la que estaba Dylan, un niño de unos 3 o 4 años al que conocíamos desde hacía unos 15 días. Usualmente, cuando yo entraba él se escondía o le pedía a su mamá que me fuera. Pero un día se había preparado para nosotros: tenía puesta una nariz de payaso, se hacía llamar Pepón y lo único que pedía era que yo no entrara. Entonces, muy despacio y con la complicidad de mis compañeros, que me pedían que me fuera, me fui acercando hacia la ronda que se había formado entre Dylan, su mamá, algunas enfermeras y los payasos que lo protegían. Nosotros no tenemos libreto; por eso, mientras me acercaba me preguntaba qué iba a hacer cuando llegara al montón. Y me salió llegar, saludar, anunciar que me iba y partir. A la despedida le siguió un silencio. Todos miraron a Dylan. El me sacó la mirada, la abrió hacia su público y, en forma explosiva, desató una carcajada. Sonó fortísimo, y como eco la sucedieron las risas de todos los que estaban allí mirando. Desde ese día la rutina fue la misma: el juego de despedirme y la carcajada explosiva".
No preguntamos cómo terminó la historia de ese niño. Ellos tampoco preguntan. Los clowns saben que de eso no se habla, que lo importante es arrancarles una sonrisa, compartir el momento, las ganas de vivir.

Por Alejandra Rey revista@lanacion.com.ar